levy34_FABIEN BARRAUAFPGetty Images_notre dame Fabien Barrau/AFP/Getty Images

Oda a Nuestra Señora de Europa

BERLÍN – Escribo esto en Berlín, anonadado ante las imágenes de incendio, devastación y ceniza en que se ha convertido Notre-Dame de Paris, Nuestra Señora de París; tesoro de civilización para quienes creen en el cielo y para los que no, representación de la Europa de la belleza, de las esperanzas sagradas, de la grandeza y la gentileza. Tengo el corazón deshecho, como ustedes, como todos.

La tragedia invoca una andanada de recuerdos. Viene a la mente, por supuesto, la inmortalización de la catedral por Victor Hugo en El jorobado de Notre Dame. Y estos versos de Louis Aragon:

Nada es tan fuerte, ni el fuego, ni el rayo,

Como mi París desafiando al peligro

Nada es tan hermoso como este París mío.

También recuerdo un comienzo de Baudelaire: “Soy hermosa, ¡oh, mortales! cual un sueño de piedra”. Aunque no está escrito en referencia a Notre Dame, bien podría estarlo.

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Recuerdos que trascienden con creces la palabra escrita. La catedral misma ha sido testigo de siglos de historia francesa, incluidos episodios que hoy son materia de leyenda. Acompañó a Francia en el tiempo místico de la caballería, en la gloria y en la desventura. Pienso en la misa con la que en 1944 se celebró la liberación de París, y en una hermana menor que se convirtió allí. Lloro con ella, como lloro con todos los cristianos que tuvieron que ver cómo su iglesia visible se iba al cielo en una columna de humo que tal vez se llevara con ella una parte de la iglesia invisible.

A la mañana siguiente, pensando en Notre Dame pienso en la Francia de la Resistencia. Ella encarna la santidad gótica y la tranquilidad del Sena; es fe y belleza puestas de manifiesto. Y, claro, las palabras de Hugo y Aragon todavía resuenan en mi cabeza insomne. Me pregunto cómo encararé el día. ¿Cómo enfrentaremos todos nosotros el mañana? Hugo nos da la respuesta: “El arquitecto es el tiempo, pero el albañil es la gente”.

Llego al mediodía esperando que el fuego esté totalmente apagado. Para un parisino es una tortura ver una y otra vez las imágenes del corazón de la ciudad en poder de la violencia de las llamas. No es sólo una iglesia lo que se derrumba. En cierto sentido, Notre Dame es el alma de la humanidad misma, y una parte de esa humanidad ahora lleva una cicatriz.

Los parisinos creíamos que nuestra venerable señora era inmortal. Pero hela allí, desplomándose, herida e impotente ante el destino, como estábamos todos viendo el infierno. Y aun así, esas imágenes penosas trajeron detrás de sí una oleada de simpatía. Italianos, suecos, irlandeses, españoles, chinos, argelinos, todos se unieron en comunión con el pueblo de Francia. Como después de un atentado, todos dicen “Je suis Paris”.

Finalmente, Notre Dame en llamas me recuerda la fragilidad de nuestra historia y de nuestra herencia, la precariedad de lo que hemos construido, la finitud de la milenaria Europa, tierra de las artes de la que Notre Dame es uno de los más elevados testimonios.

¿Qué pensar de ahora en más? ¿Qué hacer? Ojalá el sacrificio de Notre Dame despierte las conciencias adormecidas; ojalá a través de este desastre, la gente se dé cuenta de que Europa es Notre Dame en una escala mayor. Más que una unión política, es una obra de arte grandiosa, un bastión brillante de inteligencia compartida; pero también el hogar de un legado en peligro.

Un legado demasiado importante para perderlo. No podemos dejar a los piromaníacos dividir al pueblo de Europa. Debemos recordar que nosotros, todos juntos, somos constructores de templos y palacios, creadores de belleza. Esa es la enseñanza que nos deja Notre Dame en esta Semana Santa.

El presidente francés Emmanuel Macron, quien lleva dos años llamando a la unidad para la reconstrucción de Europa, hoy llama a la unidad para la reconstrucción de Notre Dame. Juntos debemos restaurar el corazón de Francia. Por eso mi revista literaria La Règle du Jeu contribuirá al fondo nacional establecido a tal fin, e invito a todos los lectores a hacer lo mismo. Nosotros somos los albañiles.

Traducción: Esteban Flamini

https://prosyn.org/zlLNdives