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La política industrial occidental y el derecho internacional

NUEVA YORK – Con la sanción el año pasado de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA por su sigla en inglés), Estados Unidos se sumó de lleno al resto de las economías avanzadas del mundo en su intención de combatir el cambio climático. La IRA autoriza un incremento importante del gasto para respaldar las energías renovables, la investigación y el desarrollo y otras prioridades. Si las estimaciones sobre sus efectos no distan de ser correctas, el impacto en el clima será significativo.

Es verdad, el diseño de la ley no es ideal. Cualquier economista podría haber redactado un proyecto de ley que ofreciera un retorno mucho mayor por la inversión. Pero la política estadounidense es complicada y el éxito se debe medir frente a lo que es posible, y no frente a algún ideal elevado. A pesar de las imperfecciones de la IRA, es mucho mejor que nada. El cambio climático nunca iba a esperar a que Estados Unidos pusiera su casa política en orden.

Junto con la Ley de CHIPS y Ciencia del año pasado -que apunta a respaldar la inversión, la industria doméstica y la innovación en semiconductores y un conjunto de otras tecnologías de punta-, la IRA ha encaminado a Estados Unidos en la dirección correcta. Va más allá de las finanzas para centrarse en la economía real, donde debería servir para revitalizar a los sectores rezagados.

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