buruma171_Aung Kyaw HtetSOPA ImagesLightRocket via Getty Images_protest myanmar Aung Kyaw Htet/SOPA Images/LightRocket via Getty Images

Los manifestantes asiáticos y el sueño americano

NUEVA YORK – Hace un mes, en Myanmar, manifestantes contra el golpe militar se congregaron en las inmediaciones de la embajada de Estados Unidos en Yangon. Le reclamaban al presidente Joe Biden que obligara a los generales a regresar a sus barracas y liberaran a Aung San Suu Kyi de su detención. Su partido, la Liga Nacional para la Democracia, obtuvo una sólida victoria en la elección general de 2020, razón por la cual los generales, temerosos de perder sus privilegios, tomaron el poder.

Ahora bien, ¿la embajada de Estados Unidos es el mejor lugar para protestar? ¿El presidente norteamericano puede hacer algo sustancial más allá de expresar su desaprobación del golpe? La esperanza de los manifestantes de una intervención estadounidense demuestra que la imagen de Estados Unidos como paladín de la libertad global todavía no se ha extinguido, aún después de cuatro años de aislacionismo de “Estados Unidos primero” de Donald Trump.

Los manifestantes en Hong Kong el año pasado, que protestaban por las duras medidas de China contra la autonomía del territorio, hasta llegaban a considerar a Trump como un aliado. Él se mostraba erráticamente hostil con China, de modo que los manifestantes blandían la bandera norteamericana con la esperanza de que Estados Unidos ayudara a mantenerlos a salvo del autoritarismo comunista chino.

La misión autodesignada de Estados Unidos de propagar la libertad en todo el mundo tiene una larga historia. Muchas guerras tontas se libraron en consecuencia. Pero el idealismo democrático de Estados Unidos también ha sido una inspiración para muchos. Estados Unidos durante mucho tiempo se vio a sí mismo, en las palabras de John F. Kennedy, como un país “involucrado en una lucha a nivel mundial en la que soportamos una carga pesada para preservar y promover los ideales que compartimos con toda la humanidad”.

Como descubrieron los húngaros cuando se levantaron contra la Unión Soviética en 1956, las palabras muchas veces resultan vacías. La Revolución Húngara, fomentada por Estados Unidos, fue doblegada después de 17 días; Estados Unidos no hizo nada para ayudar a quienes había alentado.

Sin embargo, hay veces en que se ha ganado la libertad con ayuda norteamericana, y no sólo contra la tiranía de Hitler en Europa occidental. Durante los años 1980, la gente en las Filipinas y Corea del Sur se rebelaba contra las dictaduras en manifestaciones gigantescas, como las de Hong Kong, Tailandia y Myanmar en los últimos dos años. Lo mismo, por supuesto, hizo la gente en la República Popular China, donde se erigió una “Diosa de la Democracia” de diez metros de altura, a imagen de la Estatua de la Libertad, en la Plaza Tiananmen en 1989.

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Las manifestaciones chinas terminaron en un desastre sangriento, pero las fuerzas pro-democracia derribaron la dictadura de Ferdinand Marcos en las Filipinas y el régimen militar en Corea del Sur. El respaldo de Estados Unidos fue un factor importante. En Taiwán también el autoritarismo fue reemplazado por democracia, una vez más con asistencia de Estados Unidos.

Pero es poco probable que lo que funcionó en las Filipinas, Corea del Sur y Taiwán funcione en Tailandia, Hong Kong o Myanmar. La razón principal es que estos tres países eran lo que los izquierdistas llamaban “estados clientes” durante la Guerra Fría. Sus dictadores eran “nuestros dictadores”, protegidos por Estados Unidos como aliados anticomunistas.

Apuntalados por el dinero y la generosidad militar de Estados Unidos, pudieron seguir oprimiendo a su pueblo, mientras Estados Unidos veía al comunismo como una amenaza global. Una vez que China se abrió para los negocios y el poder soviético se diluyó, de repente se volvieron vulnerables. Marcos fue presionado en la televisión norteamericana hasta que prometió realizar una elección libre y justa. Cuando intentó robar el resultado, un senador norteamericano le dijo “corta y corta limpiamente”. Marcos debidamente salió en busca de su helicóptero y terminó exiliado en Hawái.

De la misma manera, cuando estudiantes surcoreanos, respaldados por gran parte de la clase media, se volcaron a las calles, furiosos no sólo con su gobierno militar, sino con el respaldo norteamericano, Estados Unidos finalmente se inclinó hacia el lado de la democracia. Los generales, que dependían de la protección militar norteamericana, tuvieron que escuchar cuando Estados Unidos los instó a dar un paso al costado.

Los generales en Tailandia y Myanmar no tienen motivos para hacer lo mismo. Biden puede amenazar con sanciones y manifestar su indignación. Pero considerando que China está dispuesta a intervenir como el patrocinador de Myanmar, la junta no tiene ningún motivo para preocuparse demasiado (aunque el ejército ha sido cauteloso con China hasta ahora).

Los gobernantes de Tailandia también se benefician de la influencia china y el país tiene una larga historia de enfrentar a una gran potencia con otra. Y como Hong Kong es oficialmente parte de China, es poco lo que un poder externo puede hacer para proteger sus libertades, no importa cuántas banderas norteamericanas la gente agite en las calles.

La dependencia de Estados Unidos en Europa y Asia, y la influencia que los norteamericanos tuvieron como resultado de ello, fue sustentada por la Guerra Fría. Ahora, una nueva guerra fría está al acecho, esta vez con China. Pero el poder de Estados Unidos se ha reducido marcadamente desde su cenit en el siglo XX. La confianza en la democracia norteamericana se vio erosionada por la elección de un narcisista ignorante que hostigó a los aliados tradicionales, y China es una potencia más temible que la Unión Soviética en su momento. También es inmensamente más rica.

Los países en el este y sudeste de Asia todavía necesitan del respaldo de Estados Unidos para su seguridad. Mientras Japón no pueda desempeñar un papel militar preponderante, como consecuencia de un pasado mansillado y una constitución pacifista, Estados Unidos seguirá siendo el principal contrapeso para el creciente dominio de China. Pero como demuestra el hábil equilibrio de poderes de Tailandia, es poco probable que los aliados de Estados Unidos se vuelvan “estados clientes” en la manera en que algunos de ellos lo fueron en el pasado. Inclusive los surcoreanos son cuidadosos de no alterar sus relaciones con China. Estados Unidos está lejos; China está cerca.

Este patrón es de esperarse. El predominio norteamericano no puede durar para siempre, y los países asiáticos, así como los europeos, deberían destetarse de una total dependencia de una potencia no siempre confiable para protegerlos. Ser un “estado cliente” puede ser humillante. Sin embargo, tal vez llegue el día en que algunas personas, en alguna parte, extrañen la Pax Americana, cuando Estados Unidos era lo suficientemente poderoso como para expulsar a los bribones indeseados.

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