gerges7_ Debbi Hill - PoolGetty Images_biden netanyahu Debbi Hill - Pool/ Getty Images

El problema de Biden con Israel

LONDRES – Cuando le preguntaron si insistiría en un cese del fuego después de la escalada de violencia entre Israel y Hamás, el presidente estadounidense Joe Biden dijo que hablaría con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu «en una hora, podré responderles después de eso». Lejos de tratarse de un desliz de Biden, su obvia deferencia hacia Netanyahu plantea alarmantes —aunque poco novedosas— preguntas sobre la naturaleza de la relación entre EE. UU. e Israel.

Israel es lo que los académicos que estudian relaciones internacionales llaman «la cola que mueve al perro». Dada la asimetría de poder entre ambos, se esperaría que Estados Unidos, la superpotencia que proporciona a Israel USD 3,800 millones al año en asistencia militar, sea quien fija las reglas de la relación; sin embargo, en el caso de Israel, ocurre lo opuesto.

Desde la década 1980, el consenso en la política exterior estadounidense es que Israel es quien mejor sabe cómo mantener su propia seguridad, y que para que asuma los riesgos necesarios para conseguir la paz es necesario el claro apoyo de EE. UU., no su presión. Por lo tanto, los presidentes estadounidenses suelen respetar a sus contrapartes israelíes en temas relacionados con la guerra y la paz en Medio Oriente, aun cuando hay intereses estadounidenses vitales en juego. Sin embargo, lejos de aumentar la influencia de EE. UU. sobre Israel o mejorar las perspectivas de paz, este enfoque de la relación bilateral resultó, en última instancia, perjudicial para ambos países.

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