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Transferencias de efectivo para que el confinamiento no sea tragedia

ISLAMABAD – En 2017, fui candidata a la dirección general de la Organización Mundial de la Salud. Frente a los ministros de salud de todo el mundo reunidos para la 70.ª Asamblea Mundial de la Salud, advertí que tres cosas podían destruir el planeta: un fenómeno astronómico, una tercera guerra mundial o una pandemia.

La COVID‑19 no provocó el fin del mundo, pero es indudable que supone una dura prueba para las instituciones públicas y privadas. Además de sus terribles consecuencias sanitarias, hizo estragos en las economías, esquilmó las clases medias y arrojó a las familias de bajos ingresos a la miseria.

En Pakistán (quinto país más grande del mundo en términos de población) hay 24 millones de personas que trabajan por un jornal o están autoempleadas en la economía informal. La implementación en marzo de una cuarentena interrumpió sus vidas y causó una pérdida general de ingresos que empezó a alentar agitación civil y disturbios.

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