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El Pacto Verde Europeo ya está beneficiando a los consumidores

BRUSELAS – Se ha vuelto una suerte de cliché interpretar los resultados de las elecciones del Parlamento Europeo de junio como un rechazo del Pacto Verde Europeo y las políticas asociadas a él. También es un error: en sus lineamientos políticos para la próxima Comisión Europea, la presidenta Ursula von der Leyen reafirmó su compromiso con el Pacto Verde al decir: “Debemos mantener el rumbo en todos nuestros objetivos y así lo haremos”.

Esta es la estrategia correcta. Los europeos quieren un futuro más sustentable y el Pacto Verde es un primer paso necesario -y sumamente beneficial-. Por ejemplo, se espera que la prohibición de la Unión Europea de las ventas de autos alimentados a nafta y diésel, que entrará en vigencia en 2035, arroje beneficios significativos para la salud y pueda salvar cientos de miles de vidas cada año gracias a una mejor calidad del aire. Asimismo, esta fecha límite quizás acelere la adopción de vehículos eléctricos (VE).

Si bien se ha dicho que la fecha límite de 2035 debería desecharse, hacerlo alimentaría la incertidumbre de los consumidores y minaría la transición verde. Por el contrario, la UE debe centrarse en alentar a que más consumidores -con los incentivos correctos y en condiciones competitivas- elijan los VE por sobre los motores de combustión interna. Esto, a su vez, garantizaría que haya VE usados disponibles a precios asequibles para cuando la prohibición entre en vigor.

Lamentablemente, los comentarios engañosos sobre la impopularidad de las políticas verdes ya han generado la derogación de legislación destinada a reducir a la mitad el uso de pesticidas en toda la UE para 2030. De la misma manera, instituciones de la UE han eliminado algunos de los requerimientos relacionados con el clima que deben cumplir los agricultores para recibir subsidios según la Política Agrícola Común del bloque.

Desacelerar la transformación verde de la UE perjudicaría a los consumidores. De hecho, contrariamente a la creencia generalizada, las encuestas realizadas por la Organización Europea del Consumo (BEUC) y los 44 grupos de consumidores independientes dentro de nuestra red muestran que los europeos están deseosos de abrazar estilos de vida más sustentables.

Sin embargo, como revela la encuesta de 2023 de la BEUC, si bien la mayoría de los consumidores europeos quieren reducir su impacto ambiental, muchas veces se sienten atrapados en una maraña de declaraciones y etiquetas ecológicas engañosas, y esto no hace más que subrayar la necesidad de fuentes de información confiables. La encuesta reveló que la mayoría de los consumidores cree que se les debería prohibir a las empresas contaminantes hacer cualquier declaración ecológica. Está claro que para materializar todo el potencial del Pacto Verde hace falta satisfacer la demanda de los consumidores de productos genuinamente sustentables. Dar marcha atrás ahora pondría en peligro este progreso.

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Si bien todavía hay mucho trabajo por hacer, debemos reconocer que el Pacto Verde ya está beneficiando a los consumidores europeos. Dos de sus componentes clave -el Derecho a Reparar y el Ecodiseño de Productos Sostenibles- están destinados a mejorar la vida útil y la eficiencia de los productos, reduciendo así los costos para los consumidores.

Esto es especialmente importante para los consumidores de bajos ingresos en tanto Europa sigue lidiando con una crisis persistente del costo de vida. En 2022, cuando los precios de la energía se dispararon, diversos grupos de consumidores determinaron que la mayoría de los dispositivos eficientes en materia de consumo de energía podía ahorrarles a los hogares hasta 2.450 euros (2.700 dólares) en sus cuentas anuales de energía. Inclusive en tiempos “normales”, cuando los precios de la energía regresen a niveles más razonables, los hogares europeos pueden ahorrar entre 650 euros y 1.800 euros cada año en sus facturas de energía gracias al ecodiseño y al etiquetado energético. Para mitigar los costos elevados de la energía, la UE también adoptó reglas que protegen a quienes no pueden pagar sus facturas de que los desconecten de la electricidad o el gas.

De la misma manera, políticas bien diseñadas como las normas severas para las emisiones de los autos de la UE ya han mejorado la calidad del aire en pueblos y ciudades en todo el bloque, aumentado la eficiencia de los vehículos y preparado el camino para zonas de aire puro.

Pero fomentar una economía verde y próspera es un proyecto de largo plazo que exige legislación adicional y la preservación de medidas existentes para guiar a los consumidores hacia opciones más sustentables. Para promover opciones de alimentos sostenibles y saludables, por ejemplo, los responsables de las políticas deben garantizar que los bienes domésticos e importados cumplan con los requerimientos de productos de la UE y que los acuerdos de libre comercio estén en línea con las normas y los valores expresados en el Pacto Verde.

Acelerar el cambio a un transporte de cero emisiones de carbono es esencial. En un mercado dominado por vehículos grandes y pesados, la creciente demanda de VE más pequeños, más eficientes y asequibles entre los consumidores de bajos y medianos ingresos crea una oportunidad única para los fabricantes domésticos. Para que más gente pueda acceder a estos autos, una mejora del mercado de vehículos usados también debe ser una prioridad. Esto se puede lograr fijando metas vinculantes para vehículos de cero emisiones a nivel de la UE para las grandes flotas corporativas (que llegarán al mercado de segunda mano mucho más rápido que los autos de propiedad privada). Además de sacar a la calle autos limpios, los responsables de las políticas en Europa deben desarrollar una estrategia de transporte público que haga que los viajes en tren dentro de los estados miembro, y entre ellos, sean más baratos y más convenientes.

Los consumidores también quieren -y merecen- la capacidad de invertir sus ahorros de manera tal de contribuir a un futuro más verde. Hasta el momento, no hay requerimientos mínimos para catalogar a un producto de inversión como “verde” o “sostenible”, lo que deriva en un lavado de cara verde. Al introducir requerimientos claros en el marco de Finanzas Sostenibles de la UE, los responsables de las políticas podrían ayudar a los consumidores a generar un impacto significativo con sus inversiones y, así, movilizar el capital privado para respaldar la descarbonización.

Los costos de descarbonizar la economía de Europa, si bien son importantes, palidecen en comparación con el costo de la inacción climática. La UE ya tiene dificultades para compensar a los agricultores por pérdidas de cultivos vinculadas a las sequías, reconstruir la infraestructura dañada por inundaciones devastadoras y combatir los incendios forestales anuales que arrasan las regiones del sur.

Sin duda, para alcanzar una transición verde justa habrá que contar con el respaldo público para las poblaciones vulnerables en tanto se adaptan a una economía más sustentable. Dicho esto, muchas de las políticas del Pacto Verde que ya están vigentes ofrecen beneficios económicos y sanitarios tangibles que abordan directamente las preocupaciones más apremiantes de los consumidores.

Reprimir la ambición de Europa de alcanzar una transición verdaderamente sostenible solo favorecería intereses enquistados decididos a bloquear las reformas necesarias. La noción de que los consumidores son indiferentes a los temores ambientales, o que la acción climática impide que los responsables de las políticas se dediquen a otras cuestiones, es profundamente engañosa. Para facilitar la transformación estructural necesaria para construir un futuro sustentable y próspero, es imperioso implementar y fortalecer el Pacto Verde Europeo.

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