GINEBRA – Como enviados especiales por la COVID-19 del director general de la Organización Mundial de la Salud, fuimos testigos directos de la intensidad del sufrimiento que causó la pandemia, especialmente en las comunidades más pobres. Esta profunda tragedia avanza frente a nosotros y todavía falta mucho para que llegue a su fin.
Según nuestra experiencia, la prioridad inicial para responder a una enfermedad infecciosa es salvar vidas y proteger la salud y el bienestar de las generaciones actuales y futuras. Al mismo tiempo, nos preocupa cada vez más el gigantesco daño social y económico que causó la COVID-19. Cuando vemos las dificultades que enfrenta la gente en todas partes para mantener su sustento bajo la amenaza constante del coronavirus, queda claro que esta pandemia es más que una emergencia sanitaria, se convirtió en una crisis global para la sociedad entera.
En este contexto, uno de nuestros mayores temores es que, después de décadas de mejoras, las perspectivas para las generaciones futuras se desplomaron bruscamente. Algunas regiones están desandando los avances logrados en los últimos 20 años, corren riesgo logros como el aumento del empleo, la ampliación de los servicios esenciales y una mejor educación (especialmente para las niñas). También se ven amenazadas las mejoras en la infraestructura, el agua y los servicios cloacales, el control de enfermedades, la estabilidad política y las instituciones de gobierno.
La pérdida de impulso para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030 tendrá costos de largo alcance, muchos de los cuales caerán sobre las espaldas de los más vulnerables. Pensemos en la distribución de vacunas, gracias a una cooperación científica mundial extraordinaria, la comunidad científica creó un Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19 (ACT-A) para que sea más fácil compartir la tecnología, y la iniciativa del Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX) para distribuir vacunas de manera equitativa y eficiente en todo el mundo.
Pero aunque se aplicaron millones de dosis de la vacuna en todo el mundo, existen profundas disparidades. En los países con altos ingresos, la disponibilidad de vacunas es suficiente para aproximadamente 1 de cada 4 personas, en promedio; en los países con bajos ingresos, se número cae a 1 cada 500. A esta altura no debiera hacer falta decir que nadie estará seguro hasta que estas tecnologías de vanguardia estén disponibles para todos. Cuanto más nos demoremos, mayor será el riesgo de que surjan nuevas variantes peligrosas.
Ciertamente, el SARS-CoV-2 —el virus que causa la COVID-19— no será el último patógeno contagioso que enfrente la humanidad, pero podría ser el último que inflija costos tan exorbitantes. Evitar la próxima pandemia está en manos de todos. El éxito dependerá del compromiso de todos los países para implementar el Reglamento Sanitario Internacional: el marco legal de la OMS que determina cómo prepararse contra la transmisión transfronteriza de patógenos y otras emergencias sanitarias, y responder a ellas.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
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Más allá de completar esas medidas existentes, los líderes del mundo deben dar seis pasos adicionales. En primer lugar, debemos aumentar drásticamente la inversión para la preparación mundial. Así podremos detectar la próxima pandemia potencial lo antes posible. Contamos ahora con mucha evidencia sobre qué funciona y adquirimos experiencia, duramente, sobre cómo lograr que los sistemas necesarios funcionen de manera correcta en todas partes. Todos los países debieran asumir el compromiso de compartir información relevante rápidamente y garantizar su confiabilidad.
En segundo lugar, debemos esforzarnos más para evitar la transmisión de los patógenos desde los animales y el ambiente a los humanos. Eso implica tener en cuenta los riesgos de la transmisión cruzada y adoptar la mentalidad de «Una salud», que refleja la conciencia de las interdependencias biológicas y la obligación que compartimos de proteger los ecosistemas frágiles.
En tercer lugar, debemos garantizar que todos los países puedan responder rápidamente ante la señal de alarma. Existe una urgente demanda de un aumento de la inversión en los sistemas de salud locales, nacionales y regionales; especialmente en aquellos que carecen actualmente de capacidad para detectar y responder con celeridad.
En cuarto lugar, los funcionarios públicos deben demostrar un liderazgo inteligente, comprometerse con la cooperación internacional constructiva y participar en ella. Sin eso el mundo siempre estará en riesgo. Como enviados de la OMS nos alienta el llamado de 26 jefes de estado y gobiernos, el presidente del Consejo Europeo y el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, a crear un tratado internacional para la preparación contra pandemias. Este esfuerzo puede brindar una base sólida para la coordinación de alto nivel entre gobiernos. Idealmente, dará como resultado un nuevo pacto diseñado para complementar el Reglamento Sanitario Internacional e impulsar una mejora simultánea en todos los sistemas nacionales que lo necesiten.
En quinto lugar, debemos intensificar la cooperación internacional para desarrollar y distribuir las vacunas, los diagnósticos y tratamientos necesarios para lograr una cobertura sanitaria universal. Eso implica aprovechar iniciativas como el ACT-A para establecer un mecanismo permanente enfocado en el futuro, que garantice el acceso equitativo a las tecnologías críticas de salud para todos quienes las necesiten.
Finalmente, y lo más importante: es urgente volver a cero la respuesta ante esta crisis. Todos debemos volver a comprometernos para apoyar una estrategia única y cohesiva que responda a la equidad y justicia, impulsada con un foco único en poner fin a la pandemia lo antes posible y respetar el mantra de la OMS: solidaridad, ciencia y soluciones.
Como enviados especiales por la COVID-19 seguiremos apoyando a los países y las comunidades mientras enfrentan esta crisis. La tarea ahora es evitar y mitigar todo el daño posible. Para eso será necesaria la acción coordinada, al interior de los países y entre ellos, para implementar las políticas de salud pública correctas y aumentar la capacidad de respuesta donde haga falta. Mantener esos esfuerzos será fundamental, porque serán necesarios muchos meses —y hasta años— para que todos tengan acceso a las vacunas contra las variantes actuales y futuras del virus.
Instamos a que todos ayuden a tratar de evitar el próximo brote, y a gestionarlo y prepararse para él. Por sobre todas las cosas, hacemos un llamado a los líderes actuales para que fomenten la solidaridad necesaria para trabajar juntos por el bien común. Las decisiones actuales de los líderes tendrán impacto sobre todos, en la actualidad y el futuro.
Este comentario fue coescrito por: John Nkengasong, director de los Centros Africanos para el Control y la Prevención de Enfermedades; Mirta Roses, exdirectora regional de la OMS para las Américas; y Samba Sow, director general del Centro para el Desarrollo de Vacunas en Mali.
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According to the incoming chair of US President Donald Trump’s
Council of Economic Advisers, America runs large trade deficits and
struggles to compete in manufacturing because foreign demand for US
financial assets has made the dollar too strong. It is not a persuasive
argument.
is unpersuaded by the argument made by presidential advisers for unilaterally restructuring global trade.
By launching new trade wars and ordering the creation of a Bitcoin reserve, Donald Trump is assuming that US trade partners will pay any price to maintain access to the American market. But if he is wrong about that, the dominance of the US dollar, and all the advantages it confers, could be lost indefinitely.
doubts the US administration can preserve the greenback’s status while pursuing its trade and crypto policies.
Diane Coyle
suggests ways to account for “free” digital services in economic frameworks, considers how to prevent the emergence of AI monopolies, warns that cutting funding for basic research is tantamount to destroying the US economy’s foundations, and more.
GINEBRA – Como enviados especiales por la COVID-19 del director general de la Organización Mundial de la Salud, fuimos testigos directos de la intensidad del sufrimiento que causó la pandemia, especialmente en las comunidades más pobres. Esta profunda tragedia avanza frente a nosotros y todavía falta mucho para que llegue a su fin.
Según nuestra experiencia, la prioridad inicial para responder a una enfermedad infecciosa es salvar vidas y proteger la salud y el bienestar de las generaciones actuales y futuras. Al mismo tiempo, nos preocupa cada vez más el gigantesco daño social y económico que causó la COVID-19. Cuando vemos las dificultades que enfrenta la gente en todas partes para mantener su sustento bajo la amenaza constante del coronavirus, queda claro que esta pandemia es más que una emergencia sanitaria, se convirtió en una crisis global para la sociedad entera.
En este contexto, uno de nuestros mayores temores es que, después de décadas de mejoras, las perspectivas para las generaciones futuras se desplomaron bruscamente. Algunas regiones están desandando los avances logrados en los últimos 20 años, corren riesgo logros como el aumento del empleo, la ampliación de los servicios esenciales y una mejor educación (especialmente para las niñas). También se ven amenazadas las mejoras en la infraestructura, el agua y los servicios cloacales, el control de enfermedades, la estabilidad política y las instituciones de gobierno.
La pérdida de impulso para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030 tendrá costos de largo alcance, muchos de los cuales caerán sobre las espaldas de los más vulnerables. Pensemos en la distribución de vacunas, gracias a una cooperación científica mundial extraordinaria, la comunidad científica creó un Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19 (ACT-A) para que sea más fácil compartir la tecnología, y la iniciativa del Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX) para distribuir vacunas de manera equitativa y eficiente en todo el mundo.
Pero aunque se aplicaron millones de dosis de la vacuna en todo el mundo, existen profundas disparidades. En los países con altos ingresos, la disponibilidad de vacunas es suficiente para aproximadamente 1 de cada 4 personas, en promedio; en los países con bajos ingresos, se número cae a 1 cada 500. A esta altura no debiera hacer falta decir que nadie estará seguro hasta que estas tecnologías de vanguardia estén disponibles para todos. Cuanto más nos demoremos, mayor será el riesgo de que surjan nuevas variantes peligrosas.
Ciertamente, el SARS-CoV-2 —el virus que causa la COVID-19— no será el último patógeno contagioso que enfrente la humanidad, pero podría ser el último que inflija costos tan exorbitantes. Evitar la próxima pandemia está en manos de todos. El éxito dependerá del compromiso de todos los países para implementar el Reglamento Sanitario Internacional: el marco legal de la OMS que determina cómo prepararse contra la transmisión transfronteriza de patógenos y otras emergencias sanitarias, y responder a ellas.
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En segundo lugar, debemos esforzarnos más para evitar la transmisión de los patógenos desde los animales y el ambiente a los humanos. Eso implica tener en cuenta los riesgos de la transmisión cruzada y adoptar la mentalidad de «Una salud», que refleja la conciencia de las interdependencias biológicas y la obligación que compartimos de proteger los ecosistemas frágiles.
En tercer lugar, debemos garantizar que todos los países puedan responder rápidamente ante la señal de alarma. Existe una urgente demanda de un aumento de la inversión en los sistemas de salud locales, nacionales y regionales; especialmente en aquellos que carecen actualmente de capacidad para detectar y responder con celeridad.
En cuarto lugar, los funcionarios públicos deben demostrar un liderazgo inteligente, comprometerse con la cooperación internacional constructiva y participar en ella. Sin eso el mundo siempre estará en riesgo. Como enviados de la OMS nos alienta el llamado de 26 jefes de estado y gobiernos, el presidente del Consejo Europeo y el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, a crear un tratado internacional para la preparación contra pandemias. Este esfuerzo puede brindar una base sólida para la coordinación de alto nivel entre gobiernos. Idealmente, dará como resultado un nuevo pacto diseñado para complementar el Reglamento Sanitario Internacional e impulsar una mejora simultánea en todos los sistemas nacionales que lo necesiten.
En quinto lugar, debemos intensificar la cooperación internacional para desarrollar y distribuir las vacunas, los diagnósticos y tratamientos necesarios para lograr una cobertura sanitaria universal. Eso implica aprovechar iniciativas como el ACT-A para establecer un mecanismo permanente enfocado en el futuro, que garantice el acceso equitativo a las tecnologías críticas de salud para todos quienes las necesiten.
Finalmente, y lo más importante: es urgente volver a cero la respuesta ante esta crisis. Todos debemos volver a comprometernos para apoyar una estrategia única y cohesiva que responda a la equidad y justicia, impulsada con un foco único en poner fin a la pandemia lo antes posible y respetar el mantra de la OMS: solidaridad, ciencia y soluciones.
Como enviados especiales por la COVID-19 seguiremos apoyando a los países y las comunidades mientras enfrentan esta crisis. La tarea ahora es evitar y mitigar todo el daño posible. Para eso será necesaria la acción coordinada, al interior de los países y entre ellos, para implementar las políticas de salud pública correctas y aumentar la capacidad de respuesta donde haga falta. Mantener esos esfuerzos será fundamental, porque serán necesarios muchos meses —y hasta años— para que todos tengan acceso a las vacunas contra las variantes actuales y futuras del virus.
Instamos a que todos ayuden a tratar de evitar el próximo brote, y a gestionarlo y prepararse para él. Por sobre todas las cosas, hacemos un llamado a los líderes actuales para que fomenten la solidaridad necesaria para trabajar juntos por el bien común. Las decisiones actuales de los líderes tendrán impacto sobre todos, en la actualidad y el futuro.
Traducción al español por Ant-Translation
Este comentario fue coescrito por: John Nkengasong, director de los Centros Africanos para el Control y la Prevención de Enfermedades; Mirta Roses, exdirectora regional de la OMS para las Américas; y Samba Sow, director general del Centro para el Desarrollo de Vacunas en Mali.